Sobre el
conocimiento en general
Esta mañana he
mantenido una hermosa conversación con mi querido amigo Joaquín. Él
es medio budista-zen, y digo medio porque no podemos escapar de la
impronta de nuestra educación.
Cuando él está en el mostrador de
referencia yo debo pasar varias veces por ahí, y siempre que lo
hago, me hace una ligera inclinación que al principio interpretaba
como burlesca pero, después de conocerlo mejor, sé que es su manera
de expresar que respeta o quiere ejercitarse en el respeto al ser
humano.
Pues la conversación mantenida
venía a propósito de lo mala que es la vejez, lo duro que es
contemplar a nuestros seres queridos apagarse poco a poco, y cómo,
en definitiva, no somos nada. Y él me decía que no entiende que
haya personas que se dan tanta importancia y citaba concretamente a
esas personas que van de intelectuales por la vida, que creen ser
mejores porque han compuesto poemas o escrito novelas y hasta dan
conferencias. Esas personas que han visto en el “saber” una
posibilidad de ser importantes.
Pero también hemos podido recordar
juntos a esas otras personas, eminencias en sus materias, discretas,
sencillas, amables y sonrientes, que el conocimiento los ha llenado
de humanidad.
De estos dos grupos, los que buscan la
felicidad queriendo ser alguien, y los que son felices sencillamente
siendo, me quedo con el último, con el de mi amigo Joaquín.
Cierto, muy cierto y conforme vamos envejeciendo, que lo hacemos, aunque algunos no lo acepten,deberíamos valorar más a ese segundo grupo. Personalmente ellos hacen que me reconcilie con la humanidad y que aisle de mi vida a esos semidioses egocentristas que nos rodean y todavía son son conscientes que también son mortales.
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